martes, 12 de junio de 2007

mi patria querida


Patria: Dícese de la tierra natal o adoptiva por la que un ser humano se siente ligado por vínculos afectivos, culturales e históricos.


Digo yo, sí, debe ser eso lo que me pasa. Siempre he sentido un especial afecto por esos vínculos, pero tengo que reconocer que desde que mi estancia se encuentra lejana de dicha patria se me está ensanchando el amor por ella. Dicen que el concepto en sí es eminentemente latino, que otras culturas al hacer referencia a dicho término lo hacen de manera puramente territorial. Supongo que es, entonces, natural que yo esté desarrollando en mis entrañas este gremling patriótico.


Todo empezó el día en que me descubrí comprando unos aretes para colgarlos de mis orejas. En otros tiempos, aquello me hubiera parecido una vejación, una grosería hacia mi elegante persona; pero en aquél momento me resultaba la mejor bisutería barata que podía dar luz a mi cara. Y allí los dejé plantados. Y mientras, yo, me regocijaba, pensando el gran toque patriarcal que me daba eso.


Después aparecieron los objetos consoladores- no ésos, otros-. Es decir, cuando mi persona se entristecía por la falta de sol y de energía, agregaba al peso de mis orejas- mientras caminaba por las calles nevadas o mojadas de cualquier parte- un poco de aquello de: “hace calor en la cafetera/y hace calor debajo de la higuera”, o aquello de “yo me voy a una playa desierta con los pies muy negros, voy buscando mi libertad/ pero el precio de las cosas pueden más que las olas, las olitas del mar./ Y yo llamo a las personas para que salgan los animales y las plantas, porque tengo, todavía tengo yo esperanza”, y finalmente creyéndome en el paraíso terrenal “volando voy, volando vengo”. Y así caminaba, o miraba por la ventana, volviéndome nostálgica e imaginándome estar en otro lugar.
Esos fueron los inicios, en plan melancólico y con un cierto toque de patetismo. Qué le vamos a hacer si a veces nos podemos aguantar la compostura …


Y así el bichito fue creciendo. Digamos que dejó su tristeza atrás y se amoldó al mundo, pero fue creciendo de otra manera- eso quiere decir que los aretes se encuentran fuera del alcance de mis pequeños orificios laterales-.


La nueva etapa me ha hecho dármelas de Ferrana Adriá, preparando para el personal: paellas, tortillas de patatas o a la paisana, ensaladas con ajo y pan con tomate para acompañar; y así insultar de buena manera la gastronomía de mi país, sin poder utilizar un buen aceite de oliva para mis ensaladas o sofritos; bebiendo vino de cualquier parte con sabor y aroma a cualquier cosa, comiendo lentejas con Frankfurt en vez de con chorizo y tartas y guarrerías con mantequilla por todas partes, en vez de unas ricas fresitas con nata, por ejemplo.
Así estamos, y así está mi trasero, que se parece- eso sí- cada vez más a los que abundan por mi pueblo… en fin.

Como habréis observado esta etapa también es un poco degenerante; pero todavía hay cosas peores.


Yo, que me las he dado toda la vida de castellana bien hablada, con un acento purista y demás; va y resulta que ahora después de mi contacto con los hispano hablantes del gran continente que rondan por el mundo; si me descuido un poco más la musiquilla que entona las sílabas de cada palabra, me van a contratar en una telenovela- si me hago antes unos retoquillos voluminosos en mi pecho, claro-. Si es que todo se pega…
Mi español ya se había degradado con eso de meter tantas lenguas nuevas en mi cabeza, y sin dominar ninguna a la vez claro está. Empezaba la frase con un idioma y entremedio metía tres. Una vez “superado” este hecho- más que “superarlo”, “aceptarlo” ya que sigo en la misma situación-, me encuentro con burda de panas bicheando de cualquier manera. Ai Dios! Qué ladilla, y cómo me arrecha esta situación. ¡Mi castellano al carajo! Pero es normal cuando se está todo el día con malandros y rumbeando. Lo que hay que aguantar…
En fin, que eso de la patria me tiene loca. Siento que cada vez está más lejos, pero a al vez más cerca de mí. Supongo que por eso también ahora me ha dado por bailar flamenco e investigar sobre el tema. Quien sabe, quizá pueda hacer alguna aportación desde la lejanía.


Pero el secreto de todo está en el último descubrimiento que me sobrevino. De pronto me di cuenta de que si juntaba los aretes, con la rumba, la paella, el aceite, la lengua y la danza flamenca; obtenía un sinónimo de patria que todavía me resultaba más familiar: la pasión.
Ai… ella, ella es la que yo siento que me une a es a patria. Y por eso me siento yo, la más antinacionalista, la más patriótica de todas; porque en esa patria mía hay pasión en cada esquina y en cada trocito de corazón, y en cada freaky, y en cada personaje cañí que cruza la calle. Yo no sé si será el vino, el jamón o el sol, pero cada día me siento más contenta de tener eso que me va brotando por dentro.
Tachadme de los que queráis, pero si nos cruzamos un día por la calle y llevo mis aretes y un vestido de cola, y voy cantando canciones lolailas con un radiocasete, por favor, no os riáis de mí, pensar que eso es pasión, y los demás son tonterias.