domingo, 26 de agosto de 2007

fauna de la serpiente y los insectos


Dígamos que sí, que las cosas nunca salen como uno las desearía, y que un fallo siempre viene seguido de otro.
Hoy, una serpiente se ha colado en mi habitación. Así, sí, por las buenas. No me pidió ni permiso la muy sin vergüenza, y allí me la encontré.
Yo procuraba dormir y ella no paraba de hacer ruidos extraños.
Habían otros bichitos que querían entrar, pero ellos me respetaron más. Les dije unas cuantas veces que no y finalmente cesaron de aparecer.
A veces, los bichitos más extraños te atraen. Hay una doble visión, ¿sabes?. Al principio les niegas el acceso, quieres proteger tu territorio -que mucho te ha costado tenerlo como para que venga un bichito peleón y lo quiera invadir-, pero luego, cuando dejan de venir los hechas de menos, para qué vamos a negarlo.
Por eso, hoy, la intromisión de las serpiente me acabó molestando. Hubiera preferido que hubiera aparecido aquél bichito al que una vez eché de mi habitación casi chafándolo con la zapatilla o envenenándole con espráis de dolor.
Intenté localizarlo mentalmente para pedirle que viniera a salvarme, que se apoyara a mi lado y me dijera al oido alguna cosquilla que me hiciera reír, como siempre; como siempre que yo me hago la dura y lo amenazo con los instrumentos de tortura.
Y el caso es que lo que me da más rabia, es que esa serpiente dichosa podría comerse a mi bichito o asustarlo haciendo que no volviera nunca más, que escogiera otra habitación, otro lugar donde ver su llegada. Y, mira, eso me duele.
Supongo que eso del roce hace el cariño.
Será eso, digamos que sí.
La cuestión es que mi bichito esta noche no ha aparecido, y dejé mi habitación sin oír su rumor. Me da miedo volver y no encontrarlo.
Pienso pensarlo muy fuerte, muy fuerte, pero sin hacer ruido, no se vaya a volver a asustar como siempre. Espero que me oiga y decida estar allí para cuando yo vuelva. Y que cuando vuelva, a mi no me dé un ataque de histéria por su intromisión, y haya paz. Que haya paz. Y quién sabe, quizás podríamos compartir habitación. Yo no le cobraría alquiler ni nada, aunque sí que le pediría que no ensuciara mucho y no hiciera muchas fiestas con otros bichitos. Los bichitos siempre quieren estar rodeados de más bichitos. Y, a ver, no hay problema donde comen dos comen tres, pero con lo juguetones que son, hay que tener cuidado.
De pronto te los encuentras a todos metidos en tu cama bebiendo alcohol y jugando a cartas o viendo pelis de bichitos conquistadores del mundo humano. Los bichitos son muy ambiciosos...¡ui! ¡Tú no sabes!.
En fin, que no quiero más serpientes en casa, que me espantan a mis bichitos encantadores y no puede ser.
El otro día me encontré arrastrándome por el suelo e intentándome meter por debajo de la cama. Conseguí una miguita de pan y me la comí. ¡Qué rica me supo!.
Será que...no, no puede ser. ¿Me estaré convirtiendo?.
Siempre sentí una gran identificación por Gregor Samsa. Quién sabe, igual mañana me levanto y soy uno de ellos. No estaría nada mal, creo que de hecho me gustaría. Lo que pasa es que con una serpiente en casa... ¡ai, no! ¡Hay que ponerle una trampa para que no vuelva jamás y nos deje en paz en nuestro mini bichi mundo!.
Bueno, voy a dormir un poco.
Espero que la metamorfósis haya surgido cuando me despierte.
Rezaré por mis bichitos antes de acostarme...

No hay comentarios: