lunes, 28 de noviembre de 2016

la monja temeraria desvirgó al miedo


Pequeña reflexión sobre la culpabilidad, el hacerse mayor, la responsabilidad, la temeridad, los accidentes, y el miedo. Sobre todo el miedo…
Me doy cuenta que el “miedo” y esa “responsabilidad” del por si acaso, de visualizar por avanzado, etc., a veces no te hace vivir el día a día, y que el día que luego me suelto, lo hago totalmente y de forma un tanto temeraria. Y que sin embargo, por ser temeraria jamás me ha ocurrido nada grave, mas que sin embargo, por culpabilizarme después de haberlo sido, sí, siempre, y de hecho cada vez más y más fuerte. Y es que es la culpabilidad la que crea accidentes y hace que luego cojas miedo, y que dejes de hacer cosas, y que esa “responsabilidad” tonta se incrementa con los años, y que cada vez haces menos, y te ocurren menos cosas locas, y que eso no puede ser, y que la vida hay que vivirla y disfrutarla, y que sin locuras esto no tiene sentido.
Y me doy cuenta de las paranoias que yo a veces me monto por el miedo a tener un accidente, a hacerme daño, a cualquier cosa, y veo como eso condiciona la vida: ya no sales tanto, no coges el coche, no haces esto o lo otro…
Y pienso que no puede ser, que ya va siendo hora de superar ciertos miedos y de imaginar cosas que no han ocurrido.
Que el tomar riesgos siempre formó parte de mi, y el no pensar demasiado también. El flow y el let it go. Y que el flow está aquí y ahora, y a nadie le hace daño nada que le sienta bien. Que todo está en la cabeza, y que la culpabilidad es la peor de las enfermedades.
Y que quiero ser temeraria de nuevo, temeraria en la falta de miedo, temeraria en el me da igual, temeraria en la confianza y temeraria en la ilusión.
Loca y temeraria de nuevo y a tomar por culo la falta de responsabilidad que oculta al miedo y a su peor hija: la culpabilidad. Que se encerró en un convento para que su padre, el miedo, no la riñera por nada.
A tomar por culo padre miedo, aquí tu hija la culpable se abre la sotana y se encuentra en pelotas de nuevo, corriendo libre por los pasillos de la vida, que no tienen paredes, ni techos, ni azulejos con los que chocar; y en las que el ser temerario es más seguro que quedarse sentado por miedo a lo que pueda pasar.
Al viento todavía nade le ha dado un golpe que sepa yo. La piedra sin embargo los recibe todos y en cada golpe un pequeño trozo se fractura de su ser, un pequeño trozo de sí desaparece.
El viento, eterno, infinito y temerario, no se quebrantó jamás. Así que ahí vamos a ir a partir de ahora, con el viento fresco a todas partes y sin nada mas.

La droga es la piel


Los humanos, que no somos nada más que una combinación de oxigeno, carbono, nitrógeno e hidrógeno, los componentes químicos de toda forma vida, a veces nos sorprendemos de según que reacciones que nos acontecen, y creemos que son mágicas e incomprensibles, cuando en realidad son pura ciencia, ciencia de la química, y de los principios básicos que la componen.

La observación sigue siendo la mejor de las escuelas. Sigue sin tener título, y sin estar reconocida por la ley, porque de hecho si lo tuviera, les quitaría el trabajo a todos los demás oficios.

Observando pues, un día descubrí que la mejor droga era la piel. Si la llamo droga es porque así se llaman las adicciones, y pues esas “cosas” que el cuerpo nos demanda como una necesidad física y química, como si sin ésta uno no pudiera vivir.

La mejor droga siempre fue la piel. La piel de dos amantes que empiezan a entrelazar sus cuerpos, a conocer sus aromas mutuos, a descubrir el placer de la fusión. Fusionarse como cuando la heroína se fusiona en la sangre, recorriéndola toda, irrigando cada pequeño conducto de ser. Así es la fusión de la piel. Así su efecto transcendente en la mente. Como la mejor de todas las anfetaminas, más creativa en su efecto que cualquier champiñón o tripi, más perspicaz que cualquier cocaína, más embriagadora que el puro alcohol y más relajante que cualquier marihuana.

Así es la piel de genuina. La mejor de todas las drogas conocida. La menos nociva y las más completa de todas, la más sencilla de adquirir y de consumir, la más fácil de compartir, la menos costosa, y la más divertida también.
Así es la piel. La droga por excelencia que todos llevamos siempre encima.

Y pensar que hay gente que se olvida que tiene piel… pensar que hay gente que destroza sus vidas y la de los otros con otras drogas mucho más mediocres, sabiendo que la más fuerte de todas, la que me va a conectarte más con el cielo mientras te ancla más en la tierra, la tenemos aquí, justo aquí.
Supongo que esa es la diferencia entre todas las demás drogas y la piel. La falta de conexión con lo terrenal. Las drogas te desconectan de la materia, que no está mal como experiencia; pero desconectándote de ésta la destruyen, porque, ¿para qué necesitamos materia si estamos viviendo en los cielos, en lo inmaterial? Y pues, claro, cuando a veces uno se da cuenta que está desapareciendo como ser humano físico, como ser humano social, conectado al mundo material que le rodea, pues, a veces es justo demasiado tarde, o simplemente el mirar atrás y ver como todo se ha ido pudriendo (pues la materia cuando no esta habitada de pudre, como lo hacen los cadáveres), pues a veces deprime un poco.
Qué pena tener que perder la oportunidad de vivir la experiencia de la materia que nos ofrece esta vida. Pues tal cual somos hoy, no seremos nunca más una vez desaparezcamos.
El otro día escuché una frase muy interesante de una mujer que había matado a una persona. Ella decía que la gente piensa que matar a alguien es muy difícil, y ella decía que no, que es lo más sencillo del mundo, y que precisamente ese era el problema. Si nadie nos enseña a valorar lo que tenemos no podremos apreciar jamás lo fácil que es perderlo.
Queridos todos, amen ustedes más a sus cuerpos. Hagan más el amor, con amor, no por sexo, no por consumir. Paren de consumir mierda, desde las drogas, hasta las emociones, pasando por la comida, los intereses y las relaciones.
Crean en la piel, dróguense de piel. En exceso. A más no poder. Hasta que revienten de placer.