Sueños, sueños y más sueños. El
mundo de la mente y de los sueños, de las ilusiones, nos entumece y nos
teletransporta a otro universo; el llamado irreal, o de la fantasía , o yo qué
sé.
Si siguiéramos una lógica
cuántica, todo esto sería mentira, y ése mundo sería tan real como nosotros
mismos quisiéramos que fuese. Y si lo enfocáramos según Buda,
viviríamos hoy lo que proyectamos ayer, lo que soñamos tan intensamente que por
cojones hicimos que aconteciera.
Sueños, sueños y más sueños.
A veces, me culpo por soñar,
¿saben ustedes? Me culpo porque jamás soñé dormida sino con los ojos bien
abiertos, con total consciencia y responsabilidad de estar soñando.
El factor culpa no va con Dios
ni nada por el estilo, sino con una misma, y con su corazón.
El corazón me habla de vez en
cuando y me dice “pom-pom, pom-pom”, y yo no puedo más que sentirme
culpable. Culpable por hacerlo latir con tanta fuerza e intensidad siempre.
Forzándolo hacia el mundo de la ilusión, hacia el mundo intangible de los
sueños.
Y él -mi corazón-, hace el
trabajo sucio el pobre, y late y late sin cesar, creyendo en mi, y en que eso
que él no puede ver y yo le cuento, llegue a materializarse alguna vez, algún
día…
A veces me mira con ojos
odiosos, y yo lo entiendo, claro. Le pongo unas cañas, y si llego unos cuantos
golpes de risa y, bueno, parece que no, pero el muy santo olvida; o no olvida
pero me perdona, o se hace el loco, o vete tú a saber; pero el tío me vuelve a
hacer buena cara al día siguiente. Qué majo es…
Así somos las chicas románticas
con la vida, maltratando a sus propios corazones con sus sueños infinitos e
insaciables. Qué le vamos a hacer… así es.
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