lunes, 29 de diciembre de 2014

La posición horizontal


La posición horizontal es una posición que lleva a la pasividad.
No sé cómo explicarlo. Es algo físico que tiene que ver con la gravedad.
La posición horizontal pesa y te languidece. Tiene una tendencia que te lleva al suelo, para dejarte dormida e inerte.
No estamos acostumbrados a la posición horizontal. Yo no estoy acostumbrada a ella.
Generalmente tan solo la utilizamos cuando dormimos por la noche o cuando hacemos el amor (y depende, claro, no todo el rato). Con lo cual podemos darle unas 10 horas al día como máximo, presuponiendo una noche completa de 8h y 2h horas de amor, que ni en un caso ni en el otro es siempre así.
En fin, 10h siendo generosa, pero sabiendo que 6h de esta posición, se acerca mucho más a nuestra realidad en muchas ocasiones. El resto de 14h horas que tiene el día, uno se la pasa en posición vertical. La posición vertical es el yang de la horizontal, su contrario y complementario, y por lo tanto es la actividad. En la posición vertical desarrollamos nuestra mente, nuestro cuerpo, y hasta nuestra espiritualidad.
Hay algo en esa posición que sube, que coge el punto de apoyo con la  gravedad para imponerse contra él. La posición vertical es también una posición de fuerza, de ímpetu, de vida. Mientras que la horizontal está llena de muerte.
Y sin embrago no hay yin sin yang…
Supongo que si uno se encuentra durante un momento en su vida en posición horizontal por más tiempo del normal es porque en otro momento excedió los momentos de verticalidad. Hay un tiempo para todo en esta vida.
Pero aun así, sabiendo que la naturaleza lo equilibra siempre todo, hay que llevar cuidado con las tendencias de la posición horizontal.
La pasividad te lleva a más pasividad, así como la actividad a más actividad. La rueda regenera su movimiento con su propio movimiento, mientras que si éste empieza a frenarse, es luego mucho más difícil de arrancar.
Así que la posición horizontal representa una lucha, una lucha contra la gravedad. Una lucha contra el caer, contra el dejarse llevar por la pasividad, por la nada, por la muerte.
Una lucha que emprende un guerrero sin piernas y sin lanzas. Pero los verdaderos guerreros son guerreros de cabeza y de corazón, pues los verdaderos guerreros se mueven por ideales, y los ideales son los contrapuestos de la gravedad. Así que se trata de tramar la estrategia, ser paciente, inteligente y saber esperar, valorar cada paso, y no perder jamás la mirada, así la posición horizontal jamás podrá tentarnos eternamente, así tan solo se convertirá en un trampolín para saltar, y volverse a poner derecho, volverse a poner vertical y caminar.


domingo, 31 de agosto de 2014

la noche condal

Barcelona siempre me enamora por las noches, cuando me pierdo y me veo obligada a recorrerla sin rumbo, de punta a punta, a diestro y siniestro. 
Barcelona me parece mágica e inalcanzable cada vez. Un sueño que no llego a tocar y que a la vez me pertenece, pero que tan solo puedo admirar desde fuera, a lo lejos, jamás logrando su interior.
Por el día Barcelona es otra y me repugna soberanamente, por la noche vuelve a ser ella, la que conozco, y todo vuelve a ser posible. Cada silencio y cada calle están deseado ser dibujados.
Barcelona por la noche es paz y filosofía. Es contemplación y ensueño.
Cada gato deja ver su vida propia y cada vida toma de pronto valor. La masa desaparece y queda el humano y allí empieza de nuevo el sueño.
¿Cuántas veces he caminado esta ciudad de punta a punta? ¿Cuántas noches recorriendo sus esquinas y soñando al caminar?
Barcelona me da rabia porque nunca fue mía, porque jamás me perteneció pese a haberla amado tanto y pese a haber formado tanto parte de ella. Así es ella, como todo lo que se ama que jamás te llega a pertenecer, porque la propiedad no existe y solo existen los sueños que tan solo son reales cuando se hacen al caminar. Todo lo demás es engañarse y un creer tener o estar teniendo.
Lo bello tan solo se puede admirar, y tocarlo es sacrilegio. Aunque, joder, qué alto es el deseo de poderlo hacer tuyo. Qué grande es el deseo de poseer, de fusionarse a algo y pertenecer. Qué fuego tan ardiente provoca y qué excitación para el ser...
Pero de nuevo eso es todo mentira, y todo caduco, y todo así; pues la belleza, como el amor, tan solo se huele, se percibe y ya se fue y, el resto es paz y el buen gusto del vivir, el instinto del ahora sin sueño del mañana o del ayer.
Y qué difícil parece a veces todo esto cuando el caminar te lleva a los sueños y los sueños al soñar, y el soñar al estar soñando. Soñando despierto y despierto sin estar aquí de nuevo en estas calles como la primera vez, sin historia, sin saber. Como una primera vez.
Y cuántas vidas y cuántos momentos, y el pasado te aborda con su dulce elixir en esta ciudad natal del mar. El pasado próximo, el lejano y el medio. Tantas cosas y todo se desvanece en las oscuridad de la noche, pues ésta sigue siendo la misma y jamás cambió, jamás dejó de ser.
Todo cambia y todo pasa, y todo es cero o cien, todo o nada. Y de pronto estás y ya no estás más, y perteneces y dejas de pertenecer, y algo es tu vida y lo deja de ser. Y este pasaje es muy pasajero, y aunque yo soy pasajera abonada y sin devoción, a veces me admira este no ser nada y todo, este estado de impermeabilidad, de transparencia continua y de transformación.
Así que Barcelona siempre me pone los puntos sobre las ies y me hace punto muerto para empezar de nuevo a mirar. Me lo recuerda todo para obligarme a olvidarlo y a seguir caminando por esta noche oscura, sabiendo que cada noche sigue siendo una nueva sorpresa, una nueva historia por escribir en estas calles y en tantas otras; una nueva aventura y un nuevo aroma y un seguir estando aquí.

domingo, 22 de junio de 2014

La luna y el sol


La luna llama a mi puerta. Me llama y me despierta. Cada día hay más luz en mi alma, más claridad y simpleza fresca; y a la vez las tinieblas hablan. No son voces perturbadas, son voces que claman a la vida y al placer, pues la nada lleva al extremo del todo, y tan solo en ambos se encuentra la verdad.
La verdad no son palabras pues las palabras no existen, la verdad es existencia y es lo que es. Es ese todo que encuentro en la luz y que me habla desde la oscuridad. La oscuridad me habla tanto… se dibuja entre mis senos recorriendo las curvas de mis caderas para dejarse desprender como una ráfaga de aire hacia el suelo, cubriéndolo todo, cubriendo toda las superficie del universo. Todo lo que existe y todo lo que no veo. Y ese todo es blanco y no contiene más que el vacío, pero a la vez, dentro, esconde su poder enfurecido lleno de sangre y sabor; lleno de energía y color; de fuerza y cólera por no estar explotando, pues las tinieblas siempre deben vivir escondidas en la oscuridad. Siempre fueron marginadas eruditas, que lo sabían todo pero tuvieron que callar, pues la verdad no se puede contar con palabras, la verdad hay que vivirla.
El silencio es el motivo más sabio del saber, el silencio deja ver lo invisible y da paso a la imaginación. El erotismo empieza en ese lugar. Pero ¿a quién le gusta de verdad el erotismo? La gente en el fondo tiene miedo de él, pues el erotismo es siempre desconocido y vive en las tinieblas, y allí siempre vivirá, es su hábitat y su oxigeno. El erotismo me tienta a cada paso, pero no lo encuentro en cada esquina. En cada esquina veo luz y sosiego, y eso está bien y me gusta; pero aun así sigo buscando a cada paso esa esquina escondida en la oscuridad, que abre la puerta a esos otros sueños, y que es capaz de tutear a mi interior. Siempre fue así, y siempre la acabo encontrando, porque en realidad vive aquí dentro entre el mi corazón y mi sexo, es solo que ella sabe que no puede mostrarse a cada paso, porque sería entonces imposible conservar la marcha, así que dosifica. Y mientras vive pausada y tranquila, y observando, siempre observando y sin juzgar. Pero en el momento menos pensado va a volver a salir por el hueco, voy a ver ese ojo que se ilumina ahí abajo y me llama a entrar a un nuevo lugar desconocido, donde las fiestas ya no son entre almas vacías, mas entre almas llenas de verdad. Entre almas que también viven pausadas alimentando a su demonio interior. Pues al demonio para que tenga fuerza hay que alimentarlo y darle mucho amor, al demonio hay que quererlo para que tenga poderío. Él es el artista y el que corta el bacalao, y es el que pone el primer pie en el suelo para actuar. Al demonio hay que alimentarlo para que los ángeles vuelen más alto y respiren mejor. Al demonio hay que quererlo como a un padre pues es el que te enseña la lección. El demonio está dentro y su carrera ha sido mal juzgada, pues siempre fueron los estudiosos los que lo llevaron al tribunal. Y los estudiosos, y los que quieren entenderlo todo y hablar de todo, no hablan de nada y encima juzgan mal. Porque ¿cómo se puede estudiar un olor? ¿cómo un sabor? ¿cómo una caricia? ¿una mirada? o ¿un sonido? ¡No tiene ningún sentido! Y además me aburre soberanamente su chachadería sobre el pasado, el futuro o el más allá. ¿Qué hay de este momento? ¿Alguien entiende lo que es estar? ¿Alguien sabe qué es eso? Estar, estar, estar. Solamente eso. Qué difícil es ver a alguien estando… Por eso tan solo los ángeles y el demonio son mis amigos, porque ellos están y están de verdad. Y todo lo demás es superficial, banal y aburridísimo. Y permitir que alguien te aburra es pecado en el reino de la verdad. Yo desde luego no me aburro nunca. Imposible aburrirse poseyendo al demonio y a sus ángeles benditos. Imposible. Y por eso la luna me habla por la noche y el sol por la mañana. Y hace unas horas era la luna y ahora es el sol, y así vamos con el pin y pon.

jueves, 1 de mayo de 2014

el viaje


El viaje es un espacio de tiempo de silencio y de observar, de poner pensamientos en orden, y de estar.
Recuerdo la primera vez que sentí lo que era viajar en mi propia piel, en aquél viaje de seis meses de vagabundeo por todas partes sin dejar que nadie ni nada te parase o atase, sin más obligación que la de dejarte llevar, y parar cuando tenías hambre o cuando algo llamaba tu atención.
Aquella primera vez de montarme en el tren y dejar que las horas y el mundo entero pasasen por delante de la ventana, con mis ojos clavados en ella.
También recuerdo cuando era todavía más pequeña, y mi padre nos levantaba para irnos de vacaciones a las cuatro de la mañana. Esa sensación de levantarse de noche con el silencio, subirte en un coche durante un montón de horas con tu familia, el radiocasete puesto y tu durmiendo o cantando, y de pronto entra un olor horrible por la ventana, y es que hay un camión con un montón de cerdos dentro, o has pasado por un campo; y risas, y que si el pedo ha sido tuyo o del de más allá.
Esos eran otros viajes.
Hay muchas maneras de viajar.
Creo que debe haber unas seis maneras, por dividirlo de alguna forma práctica.

Primero: o viajas solo o acompañado.
Segundo: o viajas por trabajo o por placer.
Tercero: o viajas físicamente o mentalmente.

Cada viaje tiene su punto, y cada momento tiene su viaje.
Yo viajo todo el tiempo.
Seguramente todos viajamos todo el tiempo. Luego es una cuestión de equilibrio, como todo en esta vida: que solo viajas mentalmente pues te vuelves majara y no logras nada de físicamente concreto en tu vida, pues andas todo el tiempo jugando con las partículas de tu mente. Y como estas se vuelven repetitivas (pues no estás viajando físicamente, con lo cual no conoces estímulos reales nuevos, pues te quedas anclado en tu casita de pin y pon).
Si viajas solamente por trabajo tu vida es un sin sentido pues olvidas que es el verbo viajar, y solamente andas concentrado en tus papeles y en ese maldito ordenador. Además si viajas por trabajo tienes tu hotel concertado y las dietas pagadas, y te pierdes la bonita oportunidad de que alguien te invite a su casa y te abra su universo, culturalmente diferente al suyo; y que te descubra esa cantina que es solo para obreros, o te preparen en su casa una especialidad heredada de su abuela.
Si viajas siempre acompañado, te pierdes la aventura de escoger el final del libro que más te plazca sin tener que soportar antes una disputa de dos horas de perder el tiempo para ver qué es lo que quiere hacer el otro. Y si viajas siempre solo habrá lunas que en vez de pasarlas de risas o de borracheras las pasaras delante de un río con los peces y la humedad.
Así que hay que combinarlo todo un poco y cuanto más se viaje mejor. Hay que viajar solo cuando uno necesita silencio, y tiempo para sí, pero también cuando uno quiere aventuras y que nadie le agüe las fiestas. Hay que viajar acompañado cuando se quiere compartir algo con alguien; por placer cada vez que lo tenga y por trabajo cada vez que se pueda. Físicamente todos los días, aunque solo sea desde mi calle a la de al lado; y mentalmente todas las noches, y los días que son noche, que de esos también hay.
Hay que viajar y viajar….
Ese dejarse llevar por el viaje, y esa incertidumbre excitante del no saber. Esa seguridad de que todo va a ir bien y que adelante, no hay nada que temer.
Ver la vida como un viaje.
Es un viaje.
Todo el tiempo.
Un largo y lindo viaje.