El sexo punzante, ése que da el
poder, ése que lo otorga. Te llena de plenitud y de fuerza con su presencia, y
su ausencia deja un espacio vacuo donde pasa el aire, sí, y se respira con
libertad, también, pero donde falta la llave que cierra la puerta, y por donde se escapan
los pensamientos pues.
El sexo del hombre es una de las
cosas maravillosas de la naturaleza. Siempre entendí a los homosexuales
masculinos, no tanto a los femeninos por asumir la ausencia de esa presencia.
Todo el mundo necesita de un sexo erecto penetrando por sus entrañas, todo el
mundo necesita sentir la relajación que ése momento de gozo provoca. Hombres y
mujeres.
Jamás podría ser lesbiana por la
simple razón de la ausencia de ese vínculo externo que se apropia del ser,
haciéndolo suyo, haciéndolo uno. Cuando era joven, sin embargo, me preocupaba
no encontrar a un hombre rápido, pues pensaba que lo normal es que a los
hombres les gustaran los otros hombres, sus sexos y tuvieran la necesidad de
apoderarse de éstos dentro de su ser; y pues, que nadie me iba a hacer ni caso
a mi, pobrecita, con carencia de miembro fálico aparente.
La penetración.
La acción más completa que
efectúa el ser humano a lo largo de su vida, de un modo cotidiano. La acción
más armónica, física, psíquica y emocionalmente. Luego existe el arte, que
intenta emular, recrear con otros elementos e instrumentos el mismo efecto, y
en algunas ocasiones lo logra. El resto son minucias.
El placer auténtico de la
penetración dura un segundo, no más.
Penetrar es un verbo que
conlleva una acción que en el mismo momento en el que se realiza llega a su
fin. Penetro el espacio. Cuando lo penetro ya he dejado de penetrarlo. Ya estoy
en él.
La penetración es una acción
presente pues. Es un gozo instantáneo y caduco.
El placer de la penetración es
el placer de penetrar el vacío y llenarlo con la presencia. Ése es el momento
de gloria absoluto. El momento sublime.
Todos hablan de los orgasmos y se
obcecan con ellos. Los orgasmos están muy bien, porque forman parte del vicio,
y el vicio mola. El vicio, es que quiero más, y más y más, y sí, y ai y venga
hasta el fin. Luego ya depende del fin de cada uno. Algunos consideran al
orgasmo como su límite y, pues, su fin, y luego se quedan dormidos. Otros somos más viciosos, o
más ilimitados, yo qué sé. Pero vamos, que eso ya es otra cosa, pero que de lo
que estamos hablando es de algo más místico. Estamos hablando de un pene,
grande, bonito, erecto, penetrando un espacio desconocido. Un espacio vacío.
Haciéndose un hueco. Y llenándolo de vida por su sola presencia. Et voilà la continuidad, el momento de
comunión. Qué maravilla…
Imaginemos a ese espacio vacío
en casa, un zapato que busca ser calzado. Por el vacío entra frío. La puerta
está abierta, falta gente en la mesa. De pronto la presencia entra presionando
con aire cálido y seguro. La comida ya se puede servir, y todos descansaremos
mejor esta noche.
Todos tenemos huecos, las
mujeres solemos tener dos (bueno ya sé que hay más, pero seamos simplistas), y los
hombres uno. Así que todos podemos experimentar la visión que propongo. No
acabo de entender porque hoy en día todavía hay tantos hombres que se niegan a
descubrir sus propios orificios. A experimentar esa plenitud sublime de la
penetración, de dejar que alguien entre en casa, convidarlo, sin miedos a que
me robe la cubertería.
Los hombres son muy miedicas eso
lo sabemos. Tienen miedo a abrir las puertas de su casa, las puertas de sus
espacios, las puertas de sus vidas. Si sus miembros estuvieran más erectos, y
pues ellos más seguros de quién son, y de lo que no van a perder, quizás
podrían abrir un poco más de puertas y arriesgar. Arriesgar a meter a gente en
sus vidas sin el temor de perder su identidad.
La identidad no se pierde si
existe.
Entiendo de todos modos que hoy
en día es un riego tener identidad, aunque seguramente siempre lo fue.
Para eso hay que ser un bicho
raro, una enferma mental como yo, una outsider,
o vete tu a saber. Eso dicen cuando dices lo que dices. Que no es más que lo
que piensas. El problema es que nadie dice lo que piensa, solamente dicen sin
pensar, y por eso no piensan y no piensan eso que dicen.
Yo qué sé. Y a mi qué más me da.
Supongo que tendrán su propia
excusa, el dinero, el trabajo, los niños, la depresión, el partido del miércoles. Lo se siempre vamos. Excusas. De fuera. Nunca de dentro.
Y mientras tanto ni penetran ni
se dejan penetrar. Con lo bien que se está dentro del huequito. Ahí sin
moverse, quietito quietito por un momentito.
Yo soy mujer, y no puedo
penetrar físicamente, con un pene, claro, que es la gracia. Por eso penetro el
espacio del mundo por cada hueco que me encuentro abierto y vacío, con ganas de
ser penetrado, fecundado. A mi me gusta penetrar. Y una vez que he penetrado el
espacio que me penetren. A mi me gusta que me penetren también. Que me penetren
mientras yo penetro al mundo.
Jajaja.... Como mola. Me encanta esta visión tan penetrante.
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