Yayuskilla,
Esta noche duermo en el mismo lugar donde lo hiciste
tú ayer. En la misma cama. Ayer dormías tú y hoy ya no estás. O estás, pero
seguramente de otro modo, que nosotros, simples mortales, no somos capaces de
percibir.
Hoy 27 de abril del 2013 corrí para coger ese tren y
pensé que igual me esperarías para poderte dar un último beso. Ya sabes, se
trata de esos pensamientos egoístas que a veces nos inundan: para que YO
pudiera darte ese último beso, cuando eras TÚ la que tenía que seguir su propio
camino. Y me alegro de que lo hayas seguido sin escucharme, ni a mi, ni a
nadie, ya que eras tú y tan solo tú la única que debía decidir sobre ello. Y 92
años de vida son muchos… y me imagino que llega un día en que bueno, no es que
uno quiera morir, pero quizás descansar un poco no le parece una opción tan
mala.
1921. ¡¡Naciste en 1921 yaya!! ¡¿te das cuenta de
cuánto has vivido?! Qué pequeña me siento ahora habiendo nacido tan solo en el
83…toda una vida, una larga vida. Una vida con sus más y sus menos, como las de
todos, pero una vida bella, como la de todos también, porque el simple hecho de
haber tenido la posibilidad de vivir, de experimentar, de crecer y de
envejecer, es algo maravilloso; y quien no valore eso es que ha muerto en vida,
y pues antes de tiempo. Tú no. Tú viviste hasta el último segundo, ¡hasta el
último bandida! ¡Que te fuiste en unas poquitas horas! Y no sabes cómo nos
alegramos todos por ello, que todo fuera tan rápido, tan fugaz, tan indoloro,
incoloro, y tan silencioso. Tan silencioso…
Ai pajarillo mío. Siempre fuiste mi pajarillo y en
ti inspiré mi pico y hasta me salieron alas. Mi pajarillo pequeño, supiste irte
sin hacer ruido, silenciosa y discreta como siempre; pero avispada hasta el
último instante; porque nunca hubo nadie que callando dijera tantas cosas.
Nunca.
Eran esos ojos. Esos ojos pequeñitos que nunca
dejaron de brillar. Y esa sonrisa generosa que impregnaba tu rostro cuando de
pronto aparecíamos y decíamos “hola yayuski!”. Y esos deditos finitos, finitos
que me volvían loca, sobre todo con el decodín decodán de la vela tropical. Y
esas arruguitas tan bellas. Mi pajarito pequeño… qué lindo ser. Pequeño,
delgadito y de apariencia frágil y voluble; pero con temple artesano y fuerza
torera.
Sí, desde luego, si algo aprendí de ti y si por algo
te admiré siempre fue por tu coraje. Estoy segura que no siempre escogiste la
opción correcta, todos nos equivocamos, y la vida también nos hace pagar por
ello; pero aun así, siempre asumiste lo que vino con la cabeza bien alta. Y supiste
seguir adelante. Seguiste caminando, aun cuando la vida te rompió las alas para
caminar, tú seguiste empeñada en que tú podías seguir adelante; y, sí, sí
señora, lo lograste. Muchos se hubieran derrumbado, pero tú seguiste caminando mirando
al frente, a las duras y a las maduras. Sí, yaya, fuiste una mujer fuerte y
valiente, una mujer con carácter que sabía callar. Una mujer inteligente en la
sombra, con paciencia y con templanza; que se arriesgó, y asumió la vida y sus
consecuencias sin quejas, ni rechistes y además con buen humor.
Bravo y te admiro por ello, y siempre, siempre lo
haré. Y aprendo cada lección que con tu experiencia nos enseñaste. Porque hay
que aprender de la experiencia.
Y tú eras mi abuela. Nuestra abuela. Nuestra madre y
nuestra suegra. Y creaste una familia cuando llegaste aquí, a Sabadell, hace no
sé cuántos años. Una familia que supiste mantener unida y con amor. La familia
Esteban, los tuyos, como tú eras nuestra. Y juntos tantos momentos, tanto
crecer juntos, tanto compartir, tantas risas y preocupaciones también. Tanta
vida. Y nosotros cada vez más grandes, y aquí, unidos. Y tú te vas, y la vida
continua. Y está bien así y seguimos caminando. Porque así debe ser. Pues a la
muerte hay que mirarla desde la perspectiva de la vida, y a la vida desde la
perspectiva de la muerte para valorarla; ya que vivir eternamente no tendría
ningún sentido.
Por esa razón, hoy, en el día de tu entierro
solamente podemos celebrar tu vida. Celebrar cada momento que pasamos contigo,
cada sonrisa, cada abrazo y cada mirada. Y ¡qué más me da si no pude darte un
último beso antes de que te fueras!, qué más me da si te he dado tantos, y cada
uno ha sido sincero y único, primero y último. Qué más me da, si tuve el placer
de conocerte y de compartir contigo y de aprender de ti. Eso es la vida. Lo que
viví en cada momento presente contigo, y todo el resto es caduco y ya no existe
y ya se fue. La vida es lo que fue ese momento en su presente, y sé que ése lo
viví plenamente, cada momento contigo, cada beso, cada sonrisa y cada abrazo; y
hoy vivo plenamente esta muerte pues me parece un bonito fin de un precioso
camino, del que me siento orgullosa de haber formado parte. El camino de tu
vida.
Y ahora queda el camino de la muerte. No sabemos lo
que hay ahí detrás, quizás algún día me lo cuentes como antes nos contabas las
historietas de tu vida. Pero eso será más adelante, y hemos dicho que vamos a pensar
en presente. Y el presente es hoy, que es un día de despedida, de hasta luego,
ya sabes, pues todos tomamos el mismo barco un día u otro; pero hoy nosotros
estamos aquí, y nos toca vivir, y mirar a la vida hacia delante con esos ojos
brillantes tal cual tú lo hiciste siempre; y nos toca abrir las alas y caminar
como tú nos enseñaste que hay que hacerlo, pajarito, con coraje y buen humor,
hacia adelante, siempre hacia adelante y con el corazón brillante.
Gracias yaya, por todo. No dudes que cada momento de
ti está en nuestro corazón. Siempre y para siempre. Te quiero. Te queremos.
Mucho… Descansa en paz, y no dejes nunca de volar.
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