Cuando
eres un pequeño enano te enseñan dos palabras básicas y muy importantes.
Generalmente es una tía la que tienes delante, o una abuela o una madre, con
sonrisa de payasa diciéndote: ‘siiiiiiiii’ mientras mueve la cabeza de arriba
abajo, y luego ‘noooooo’ mientras la mueve de lado a lado. La sonrisa no varia.
Tanto para el sí, como para el no, la mujer que tienes delante te deleita con
su sonrisa generosa.
A lo
largo de los años la experiencia cambia. En la adolescencia sí y no se vuelven
dos seres contrapuestos. Dos enemigos radicales, con ganas de matarse
mutuamente. La sonrisa al decirlos sigue estando, pero a ésta se le agrega un
puño cerrado lleno de fuerza y vigor; y hasta un gran latido de corazón.
En la
época de la madurez el pedo es otro. Se instala una especie de calma y de peso y
una sonrisa a media asta cada vez que dices una de esas dos palabras. O eso
debería ser. Creo.
Pero,
últimamente, en los tiempos que corren descubro a muchos que bajo el sí y el no
tienen más bien una mueca extraña en los labios, difícilmente indentificable y
los ojos empiezan a mirar hacia abajo, o hacia el lado, no miran y tienen una
especie de cataratas auto-generadas o algo así. Esos signos indican que los sís
son dudosos sís y los nos dudosos nos.
La
causa de estos comportamientos se llama miedo (dice la doctora checa).
Todo el
mundo tiene miedo hoy en día.
Todo el
mundo dice sí cuando quiere decir no, y no cuando quiere decir sí. Todo el
mundo miente. Se miente. Dicen que no se mienten a sí mismos, pero se están
mintiendo al decirse esa frase. Si dices sí es sí, y si dices no es no. Me da
igual lo que pienses por detrás después, el camino ya está trazado y tu
proyección hecha. Cuando miro a la izquierda estando en el coche, por mucho que
piense que sigo controlando el coche recto, el coche se me va hacia la izquierda.
Cuando le tengo miedo al perro el perro me muerde. Cuando digo sí, el sí
sucede. Y cuando digo no, el no también.
Cuando
digo sí, soy un inútil y tú que te crees ahí arriba eres mejor que yo. Me da
igual que creas lo contrario: eres un inútil y el que está ahí arriba es mejor
que tú. Cuando digo sí, este país es una mierda y nada puede cambiar. Sí: tu
país es una mierda y nada va a cambiar como no hagas tú algo. Cuando digo sí,
estoy deprimido y tengo ganas de morir: Sí: estás deprimido y ya estás muerto.
A la
gente le encanta el sí, porque piensan que se ilumina más la cara y la gente
les querrá más o algo así, que serán más aceptados socialmente, que podrán
pasar más desapercibidos y tener más vacaciones.
¡Habéis
olvidado a vuestra tía Juana! ¡Ella también sonreía cuando os enseñaba el no!
(cuando eráis bebés, no cuando empezabais a tirar la leche por el suelo y a
meter los dedos en el enchufe).
El no
mola mazo. El no es decir no a algo y sí a todo lo demás. El no te posiciona en
una situación activa como ser humano. El no te da libertad ¡El no es la polla!
Fijaos:
No, cabrón, no me da la gana que me trates así y a partir de ahora vas a ver
quien manda aquí. Y resulta que, no cabrón ya no me vas a volver a tratar así
en tu puta vida y vas a ver quien manda aquí. No, no pienso asumir que el mundo
es una mierda. Y no, el mundo no es una mierda pues yo veo lo bueno que hay en
él y no lo malo. No, no pienso trabajar bajo estas condiciones. Y no, no
trabajo bajo esas condiciones pues me busco la vida para tener otras mejores.
No, no pienso dejar que me manipulen, y no no me manipulan, pues paso de
escucharlos y de que tengan acceso a mi cerebro.
No, no,
no, no y no. Y flow, flow. Cuando algo dice no delante de tus narices. Ok. Me
voy al sí. Sin mala sangre. Todo bien. Flow, flow. Y con una sonrisa para el
no, y si me piden explicaciones, claritas y sin mirar a los lados. Asumiendo el
no y permitiéndome llenarme de su fuerza.
Pues eso.
(Pequeña reflexión después de mi paso diario
por el aeropuerto, de mi voyerismo oficial, y la observación de la gente que
aquí trabaja, del distanciamiento y la recapitulación de datos y experiencias y
de comprarme un bocadillo de mierda a 6€ porque la opción de bocadillo
no-mierda ni existe, ni a 6 ni a 20 - y obviamente no es la primera vez-. Digo
no, no y no. Y el próximo día no pasa que me lo traiga hecho de casa!)
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