Pequeña reflexión sobre la culpabilidad, el hacerse mayor,
la responsabilidad, la temeridad, los accidentes, y el miedo. Sobre todo el
miedo…
Me doy cuenta que el “miedo” y esa “responsabilidad” del por
si acaso, de visualizar por avanzado, etc., a veces no te hace vivir el día a
día, y que el día que luego me suelto, lo hago totalmente y de forma un tanto
temeraria. Y que sin embargo, por ser temeraria jamás me ha ocurrido nada
grave, mas que sin embargo, por culpabilizarme después de haberlo sido, sí,
siempre, y de hecho cada vez más y más fuerte. Y es que es la culpabilidad la
que crea accidentes y hace que luego cojas miedo, y que dejes de hacer cosas, y
que esa “responsabilidad” tonta se incrementa con los años, y que cada vez
haces menos, y te ocurren menos cosas locas, y que eso no puede ser, y que la
vida hay que vivirla y disfrutarla, y que sin locuras esto no tiene sentido.
Y me doy cuenta de las paranoias que yo a veces me monto por
el miedo a tener un accidente, a hacerme daño, a cualquier cosa, y veo como eso
condiciona la vida: ya no sales tanto, no coges el coche, no haces esto o lo
otro…
Y pienso que no puede ser, que ya va siendo hora de superar
ciertos miedos y de imaginar cosas que no han ocurrido.
Que el tomar riesgos siempre formó parte de mi, y el no
pensar demasiado también. El flow y el let it go. Y que el flow está aquí y
ahora, y a nadie le hace daño nada que le sienta bien. Que todo está en la
cabeza, y que la culpabilidad es la peor de las enfermedades.
Y que quiero ser temeraria de nuevo, temeraria en la falta
de miedo, temeraria en el me da igual, temeraria en la confianza y temeraria en
la ilusión.
Loca y temeraria de nuevo y a tomar por culo la falta de
responsabilidad que oculta al miedo y a su peor hija: la culpabilidad. Que se
encerró en un convento para que su padre, el miedo, no la riñera por nada.
A tomar por culo padre miedo, aquí tu hija la culpable se
abre la sotana y se encuentra en pelotas de nuevo, corriendo libre por los
pasillos de la vida, que no tienen paredes, ni techos, ni azulejos con los que chocar;
y en las que el ser temerario es más seguro que quedarse sentado por miedo a lo
que pueda pasar.
Al viento todavía nade le ha dado un golpe que sepa yo. La
piedra sin embargo los recibe todos y en cada golpe un pequeño trozo se
fractura de su ser, un pequeño trozo de sí desaparece.
El viento, eterno, infinito y temerario, no se quebrantó
jamás. Así que ahí vamos a ir a partir de ahora, con el viento fresco a todas
partes y sin nada mas.
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